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Gipuzkoa 1936
PARA QUE SE FÍE UNO DE LOS TONTOS
A una señora, por el procedimiento de los billetes le timan 3.000 pesetas

Pues, señor, está visto que la gente no escarmienta y que en cuanto ve un negocio en perspectiva pica que es una delicia.
Claro está, que luego las lamentaciones, al sufrir el amargo desengaño, parten los corazones más encallecidos.
Decimos esto a manera de exordio de la denuncia que ayer presentó en la Comisaría de Vigilancia Tomasa Esparza Agórriz, natural de Pamplona y domiciliada en esta ciudad en la calle Moraza, 14, quinto, que resultó víctima del más inocente de los timos.
Según manifestó la denunciante, por la mañana, cuando marchaba por la calle de Urbieta, se encontró con un individuo con una pinta de tonto de remate que causaba verdadera lástima.
Este sujeto, mostrándole un billete de Banco más bueno que un día de sol, le preguntó ingenuamente si “aquello” tenía algún valor monetario, pues daba la casualidad de que tenía varios y, la verdad, quería cambiarlos.
Mientras charlaban se acercó a ellos otro individuo, que no era tonto ni lo parecía siquiera, el cual terció en la conversación, aconsejando a la denunciante que no dejara escapar una ocasión que se le presentaba tan pintiparada para hacer un excelente negocio, el billete era de “calidad superior” y en el cambio podría obtener pingües ganancias, máxime teniendo en cuenta que el tonto ignoraba el valor de la fortuna que llevaban encima.
Hablaron durante largo rato y la verdad en la conversación, la denunciante se debió de convencer más todavía de que el tonto era, en efecto, tonto de remate, y decididamente tomó una determinación heroica, que fué la de llegarse hasta la Caja de Ahorros, de donde sacó nada menos que tres mil pesetas.
Con este dinero, la denunciante volvió al sitio donde dejó al tonto y al que le había propuesto el negocio y entregó dicha cantidad a cambio del paquete abultado en los que según le dijeron, había una porción de billetes de los grandes.
La denunciante ¡cómo no!, vió con sus propios ojos los billetes a los que el tonto de remate no les daba importancia alguna.
Se despidieron amistosamente, desapareció el “consejero” desinteresado desapareció el tonto y la denunciante, más contenta que si le hubiese tocado la Lotería se encaminó a su casa llena de alegría y de esperanzas, bendiciendo su buena suerte, que le había proporcionado un negocio tan espléndido sin haberlo pensado siquiera.
Una vez en casa, la verdad sea dicha, la denunciante dudó si abrir o no inmediatamente el paquetito que contenía una fortuna. Pudo resistir un poquito, pero luego le venció la tentación y, ¡ris rás!, rompió la envoltura de una vez cerrando los ojos para no llevarse una impresión demasiado fuerte.
La sorpresa fué terrible, pues al abrir los ojos se encontró con recortes viejos de periódicos en lugar de los apetecidos y codiciados billetes de Banco.
En la Comisaría la denunciante aún no se había repuesto del susto, pero a pesar de todo seguía creyendo que el individuo que parecía tonto lo era de verdad. ¡Lo que influyen las apariencias en nuestro ánimo!
La Policía practica pesquisas para detener al tono y comprobra si lo es en efecto, así como al otro sujeto que a la denunciante le pareció, a primera vista, una excelentísima persona y muy “servicial” por cierto.


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