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Gipuzkoa 1936
La Universidad ¿será cara?

Vivimos en una época absolutamente prosaica y materialista; y son solo las clases que llamaremos populares con su entusiasmo hacia las doctrinas marxistas y su desprecio hacia los valores espiirtuales, las únicas contagiadas por el ambiente de la época.
Las mismas clases superiores e intelectuales que combaten en el terreno de la teoría de los principios materialistas caen a menudo arrastradas por el ambiente en el mismod efecto que combaten. No estamos continuamente leyendo en la Prensa o escuchando en la tribuna del mitin a los partidarios de las doctrinas antimarxistas y antimaterialistas esas cantinelas que a fuerza de repetida se ha convertido en estribillo: “El orden de los valores está subvertido”. “Hay que restablecer su verdadera jerarquía”. “Proclamamos que los valores morales y espirituales son superiores a los materiales”. Y sin embargo llega un problema concreto y nadie se acuerda de esa jerarquía de valores y no hay nadie más materialista que el mismo que proclamaba su antimaterialismo. Toda la vida de la Sociedad moderna gira, dando con ello la razón a Marx, alrededor de dos problemas. Lucha de clases, mejor diremos, problema Social y Economía. Y dada la forma en que se enfocan; y el desprecio con que la mayoría considera los factores espirituales que existen en el primero de esos problemas pueden reducirse a uno, el Económico.
Habrá alguno de los que ha tenido la paciencia de leer estas mal hilvanadas líneas que al llegar aquí piense: ¿Pero qué tendrán que ver todas estas pedanterías con el problema de nuestra Universidad?
El que eso piense no se habrá dado cuenta de la importancia fundamental y monopolizadora que algunos dan al factor económico en la discusión de nuestro problema Universitario. Como persona idealista que soy; y por qué no decirlo, que quizá por no tenerlo creo que hay factores espirituales que valen mucho más que el dinero. Me duele cada vez que leo un artículo en defensa o ataque de nuestra nonnata Universidad enfocándola casi absolutamente desde el punto de vista del factor económico.
Precisamente hace unos días en un órgano de Prensa, si no oficial, oficio del partido a mi juicio y lo digo en elogio más idealista de España, me refiero al tradicionalista de paso se combatía al Estatuto, se atacaba a la Universidad. La remisa base del ataque era la siguiente: La Universidad sería muy cara; constituiría una carga, un derroche de dinero que nuestros órganos administrativos no podrían sostener.
A los pocos días en otro órgano de Prensa: esta vez perteneciente a un partido Vasco que no le va en zaga en idealismo al tradicionalista, se planteaba el problema sobre la misma base, pero aunque parezca paradógico, con un resultado contrario. La Universidad no solo será barata, sino que producirá dinero. Nuestra capital se refería a Vitoria será la capital cultural del País Vasco, verá llover en su seno cual un nuevo maná, el dinero de los estudiantes. Lo que se gaste en matrículas, viajes, estancia, etc. En fin, esa sangría constante que sufre el País Vasco al marchar sus estudiantes a las Universidades españolas quedará dentro de él con un indudable beneficio para nuestra Economía. Los dos articulistas habrán numerosas veces combatido el materialismo marxista y exaltado los valores espirituales y sin embargo, guiados por su filia y por su fobia, caían en el error de considerar en un problema esencialmente espiritual únicamente el factor Económico.
No soy un técnico en ese asunto. A la pregunta con que encabezo este artículo no podría contestar sinceramente. Pero a costa de engañarme y de engañar a los que me lean no me costaría nada hacer unos cuantos números, muy bonitos, estudiantes que estudian fuera, coste de matrículas, viajes, etc. y obtendría seguramente una cifra fabulosa que llenaría de optimismo con respecto a la posibilidad del sostenimiento de la Universidad, aún al más excéptico. Pero pasado mañana en la acera de enfrente otro que entendería del problema exactamente lo mismo que yo, sacaría otras cifras, o quizá las mismas barajadas de distinta maner, pero con un resultado que sumirá en la desesperación a los mismos que me leerían a mí anteriormente. Porque “aunque los números nunca mienten” los que mienten son los que los manejan, se puede hacer con ellos todos los juegos malabares que se quieran.
Cuántas veces hayáis leído (si es que tenéis ese gusto) un debate económico, habréis observado que uno de los actors baraja unas cifras y os da como resultado unas ganancias fantásticas. Llega otro y con exactamente las mismas cifras os da como resultado unas pérdidas igualmente asombrosas. ¿Quién tiene la verdad? Probablemente ninguno de los dos; todas esas cosas tienen siempre sus pros y sus contras y la moneda no en vano tiene siempre cara y cruz. Lo mismo sucede con el aspecto económico de nuestra Universidad que ni será tan cara como anuncian los que la atacan, ni tan barata como pretenden los que la defienden. Pero dejando a un lado el factor económico, del que ya he hablado bastante, hay una serie de factores que en modo alguno se pueden dejar a un lado.
La vida intelectual y cultural del País Vasco que siempre se ha resentido de la falta de un centro cultural propio. La escuela de civilidad y convivencia de distintas clases sociales en que esperamos convertirla. La supresión del analfabetismo. Lo que ella supondrá en el desarrollo y perfección del Euskera. El sentido universalista y cristiano de la vida que como vascos sabremos infiltrarle. En suma, el conjunto de factores que constituyen la vida espiritual de un pueblo ¿no valen tanto como el factor económico? ¿No contrapesan este tanto si es favorable como si no lo es? ¿Por qué pues, hemos de considerar el factor económico abandonando los demás?
Fácil sería hacer una Universidad negocio: bastaría para ello obtener la benevolencia de los catedráticos y convertirla en lo que en el “argot” estudiantil se llama un “coladero”. Seguramente con anunciar esto un poco, lo convertiríamos en un centro universitario concurridísimo, especialmente por esa clase de estudiantes que conocen mejor las guías de Ferrocarriles, que el programa de sus asignaturas.
Pero una Universidad de esa clase podrá ser patronicada por un Centro de Atracción y Turismo, por algún Sindicato de patronas y hoteleros, pero nunca podrá serlo por quien se precie, no ya de buen o mal estudiante, sino simplemente de estudiante.

I. de GAINZA


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