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Gipuzkoa 1936
¿”COLAS” EN LOS MERCADOS?

Hasta la fecha, fin de julio de 1936, sólo hay “colas” para la leche, y ya no se espera más que unos minutos en los sitiso en que, fuera de los mercados, han señalado las autoridades para el reparto del lácteo alimento. Las “colas” del pan ya no existen y sólo las hubo dos o tres días, al principio de esta guerra civil, fratricida y condenada a un próximo y rotundo fracaso. ¡La leche a 40 céntimos litro! Pura y sin agua además. ¡Increíble! En los mercados no hay “colas”, ni para la carne, ni para los demás alimentos. Dentro de la difícil situación actual, San Sebastián, comparado con las poblaciones en poder de los rebeldes, es una pequeña jauja. Se regala anchoa por toneladas, les dan arroz y huevos a los necesitados... ¿Por qué nos extraña que el pueblo grite?: “¡Viva el Frente Popular!”

Si con un talento enorme la Comisaría de Abastos encauza la vida, que es lo más difícil en una guerra imprevista entre civiles y militares, mezclados ambos en los dos bandos; guerra en que las intransigencias rebeldes doblegan la razón y hasta la misma conveniencia nacional la supeditan a sus crueles venganzas a satisfacer su odio -en el campo sublevado-, aquí se vive. Pese a la conmosción creada, San Sebastián está bien abastecida. Escasea algo la leche condensada, y no tardará en conseguirse venga la precisa. Lo demás todo está bien. Pero ha sido esto días nota curiosa el ver a los “millonariso”, a los “aristócratas” a los grandes burgueses formando con su botella de leche en la mano en las “colas”. Porque acertadamente se impidió subiesen a Aldapeta -a los caseríos- para recoger el impresicndible líquido.

El sábado por la tarde y el domingo, acudían a San Sebatián, por docenas, los carritos, los peatones, con cántaros de purísima leche, y sólo se repartía en litro por ciudadano, y nadie se quedaba sin servir.

Otro aspecto de la ciudadanía es su normalidad. Como no hay teatros -en estos primeros días- la gente madruga para surtirse de leche y de pan; es tempranito, el airecillo de la mañana se filtra, higiénico, por los pulmones. Con el ir y venir a la compra, se despierta más el apetito. El ruido de los lejanos “chupinazos” llega a oirse “como el que oye llover”.

Después, la vida normal y corriente. Los que tienen actividades en los organismos oficiales, a la lucha en los trabajos de retaguardia y otros a luchar en el frente.

Los demás a recorrer la ciudad, deteniéndose especialmente en aquellos lugares en que la lucha fué más encarnizada.

Y todos optimistas y satisfechos, luchando cada cual según sus condiciones y en la medida de sus fuerzas, por la causa de la Libertad y de la Justicia.

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